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Cocineros

Ollas ¿Podridas?, lo cotidiano de un platillo.

  • Rafael Hernández
  • 29 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

El origen más antiguo que existe en México respecto a las ollas podridas, proviene del pueblo de Ario de Rosales, Michoacán, donde cuenta la leyenda que la mujeres hartas del sobre cargo de trabajo de sus esposos se decidieron encerrar en la parroquia del pueblo, dejándolos sin nada que comer en su regreso de la jornada laboral. Así pues, aquellos hombres con su ignorancia culinaria pero un hambre persistente, decidieron poner ollas con agua hirviendo, a la que le agregaron todo tipo de vegetales como elotes, ejotes, pimientos, garbanzo, zanahoria, col, etc., y agregando carnes de diferentes tipos, pero predominando más la de res. Es así que estos personajes con gran astucia fueron a presumir a sus mujeres, las cuales ya olían esa mezcla, lo que habían preparado, así pues nombraron las mujeres al verlo como la olla podrida por las características que tenía a la vista, casi indescriptibles.

Otra propuesta del origen de este singular platillo la hace Alfredo López, en su artículo: “De la olla podrida, al popurrí”, donde describe de forma acertada, que en un inicio (en la Edad Media en España) a esta mezcla se le llamaba “Olla Poderida” pero con el transcurso y cambio del lenguaje, y la forma de transmitirlo, se perdió la “e” quedando en Olla Podrida. Se le llamo “Poderida” porque era un guiso que solo los ricos se daban la fortuna de hacerlo y comerlo. Incluso en el Quijote de la Mancha, Cervantes Saavedra pone en boca del Sancho:

“…aquel platonazo que está más adelante vahando me parece que es olla podrida, que por la diversidad de cosas que en tales ollas podridas hay, no podré dejar de topar con alguna que me sea de gusto y provecho…”

Sin embargo, situándonos en la página de la Secretaria de Cultura del Estado Mexicano esta define a la olla podrida como: “Nuestro popular y cotidiano puchero, que no es más que un sustancioso caldo de res con verduras (papa, zanahoria, ejotes, calabazas, chayote, a veces col y lo que haya)” mantiene que su origen es español. “El nombre poco apetitoso derivaba de que se hacía ese caldo con los restos de lo que hubiera en la despensa, todo junto (y quizá eventualmente no en perfecto estado de conservación, al no existir la refrigeración): carnes de cordero, de res, de gallina, de cerdo, embutidos y verduras diversas; en ocasiones algunas frutas, como manzanas o peras.”

Y a ti, cuál de las versiones te parece más acertada. Coméntanos en nuestras redes sociales y también escríbenos si deseas algún contenido.

Ésto es Expresión Gastronómica y somos “Más que cocineros”.


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